Tauro, la constelación del toro: historia, mitología y curiosidades

Actualmente, de las 88 constelaciones oficialmente reconocidas, solo algunas de llegas llegan a mostrar cierto parecido al objeto o criatura que representa. Tauro, la constelación del Toro, es una de ellas.

Si miramos al cielo en una noche despejada de otoño o invierno, podemos encontrarla mirando hacia Orión (la constelación del Cazador). Orión presenta un garrote grueso y un escudo para poder defenderse. Esta interpretación de es herencia de la antigua Grecia, donde le dieron un sentido literario a ambas constelaciones, aunque no fueron los primeros en identificar sus estrellas.

El imperio acadio de Mesopotamia, relacionó la constelación de Tauro con el “Toro del Cielo”; una bestia enviada para la diosa Ishtar para terminar con el héroe Gilgamesh.

Tauro fue la primera constelación dentro del zodíaco babilónico, al tiempo que el pueblo de Egipto relacionaban la creación del ser humano cuando el equinoccio de primavera del Sol coincidió con dicha constelación (lo que supondría aparición de la humanidad en el año 4000 a. C aprox.). Asociando Tauro con el dios Osiris y su hermana Isis.

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Existen dos famosas leyendas vinculadas a la constelación del toro; en ambas se presenta a Zeus “seduciendo” a una joven doncella:

Europa, la hija del rey Agenor, disfrutaba de la playa con unos amigos, cuando Zeus la secuestró:

Un día Zeus se transformó en un toro y se ocultó entre el ganado de Agenor y ordenó a su hijo Hermes, que le llevase a la playa. Europa, mientras disfrutaba de la belleza de la playa, vio al toro y quedo cautivada por él. Admirando su belleza y su fuerza, se subió a lomos del toro y este comenzó a caminar hacia el océano.

Al principio, no se preocupó, ya que caminaba ciertamente despacio hacia las olas, pero poco a poco comenzaba a alejarse de la orilla. La joven Europa, comenzó a temer por su vida, aferrándose a Zeus con más fuerza.

El toro continuó a través del agua sin detenerse hasta llegar a la costa de Creta, donde Zeus reveló su verdadera identidad y la sedujo. Europa y Zeus tuvieron 3 hijos. El mayor de ellos, Minos, fue rey de Creta e introdujo entre los habitantes de la isla el culto al toro.

Europa fue inmortalizada en una de las lunas más grandes de Júpiter (nombre romano de Zeus). Otra de las cuatro lunas de Júpiter recibe el nombre de Io, otra “conquista” de Zeus.

La leyenda de Io, la hija de Inachus y Hera, la esposa de Zeus:

Zeus estaba enamorado de Io, pero ella le rechazaba a pesar de sus frecuentes intentos por conquistarla. Esto llegó a los oídos del rey Inaco y tras consultarlo con sus oráculos decidió expulsarla de casa.

Hera, había sido informada de las intenciones de adulteras Zeus, el cuál para proteger a Io de su esposa decidió transformarla en una novilla. Hera le pidió a su esposo que le regalase la novilla, quien no encontró ninguna razón por la que negase y aceptó.

Para impedir que Zeus se acercase a Io, Hera le pidió al gigante de los cien ojos, Argus, que vigilase a la novilla. De nuevo, el dios Zeus, solicitó la ayuda de su hijo Hermes que distrajese a Argus.

Hera enfurecida por los planes de su esposo y para evitar que pudiese encontrarla, hizo vagar a la novilla por la tierra, la cual deambuló hasta llegar al Monte Cáucaso, donde la encontró Prometeo. Prometeo, era un titán que habia sido encadenado a la montaña como castigo de Zeus, por haberle robado el fuego a los dioses y entregarlo a los humanos.

Finalmente y tras atravesar el mar de Egipto, Zeus logró reencontrarse con Io y le devolvió su forma humana. Ella le dio dos hijos: Éfeso y Keroessa, aunque terminó casandose con el rey de Egipto Telogonus.

La constelación de Tauro, fue creada como homenaje de su aventura.

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Los griegos relacionaban estas estrellas con las siete hijas de Pleione, esposa de Atlas, abuela del dios Hermes (el hijo de Zeus) y protector de los marinero, quienes utilizaban la constelación de Tauro como una indicación de cuando era mejor navegar.

Aunque las estrellas de la constelación del toro son conocidas como “Las Siete Hermanas”, a simple vista solo conseguía verse seis estrellas. Esto hizo que surgiesen dudas al rededor de que sucedió con la séptima.

Si conoces la constelación de la Osa Mayor, posiblemente hayas oído hablar de la estrella Mizar. Esta estrella tiene a su lado una estrella más pequeña que recibe el nombre de Alcor, conocida como “La Pleyade Perdida”. Con los actuales conocimientos, se ha comprobado que esta estrella no tiene ninguna relación (ni ha tenido) con la constelación de Tauro. Es más, hay pocas vistas en el cielo nocturno que coincidan con las otras Pléyades.

Estas estrellas apenas tienen 100 millones de años, por lo que son consideradas estrellas jóvenes, las cuales no se han alejado entre sí.

Ya sea que mires la constelación de Tauro con un telescopio o a simple vista, no se puede negar que es digna de admiración y más ahora, conociendo la historia que encierra.